Un reciente informe de The Protecht Group reveló una cifra que resuena como una alarma en el mundo corporativo: entre 2020 y 2024, las empresas en Estados Unidos acumularon más de 180.000 sanciones por un total de 354.000 millones de dólares. De todas, la que lidera con diferencia este preocupante ranking es 3M, con más de 18.700 millones de dólares en multas, producto de prácticas que evidencian fallas críticas en su sistema de cumplimiento legal.
Este caso no es sólo un reflejo del costo financiero de incumplir normas. Es, sobre todo, una lección sobre cómo el compliance puede y debe ser una ventaja competitiva y un pilar estratégico de la gobernanza empresarial.
El caso 3M: cuando fallar en compliance trae multas millonarias
La empresa 3M, conocida globalmente por productos de consumo e innovación tecnológica, enfrentó 48 sanciones entre 2020 y 2024. Las más relevantes:
- $12.500 millones en 2024: por la contaminación del agua potable con sustancias químicas perfluoroalquiladas (PFAS), conocidas como “químicos eternos” por su persistencia en el ambiente y su vínculo con graves riesgos a la salud.
- $6.000 millones en 2023: por la fabricación de tapones auditivos defectuosos distribuidos al ejército estadounidense, los cuales no protegieron adecuadamente la audición de cientos de miles de soldados. Según las demandas, 3M sabía que sus tapones para los oídos, utilizados por los soldados que combatieron en Afganistán e Irak, eran demasiado cortos y que no sellaban adecuadamente el oído interno, a raíz de un problema de diseño. También se acusó a la empresa de no advertir a las autoridades y usuarios de estos problemas, en un claro intento por ocultar los desperfectos de sus productos.
Si en un principio 3M trató de declarar en quiebra a su filial fabricante Aearo Technologies, en virtud de la normativa aplicable, un juez dictaminó que la compañía no se encontraba en una situación de insolvencia. - $6.5 millones a la SEC para resolver acusaciones de soborno y $4.5 millones por infracciones de las leyes de contabilidad y controles internos. La filial de 3M en China habría participado en arreglos para ofrecer viajes al extranjero que incluían actividades turísticas y otros tipos de entretenimiento a funcionarios del gobierno chino. Esto tenía como objetivo influir en la toma de decisiones de estos funcionarios, logrando políticas más flexibles y la compra de productos de la compañía, según lo comunicado por la SEC.
Los empleados de la filial de la compañía en Beijing establecieron acuerdos con agencias de viajes locales para adquirir los boletos de viaje, y la misma subsidiaria proporcionó un millón de dólares como financiamiento a los funcionarios del gobierno chino.
Estos casos reflejan una cultura organizacional con serias deficiencias en gestión de riesgos, control interno y ética corporativa. En ambos, los efectos del daño van más allá de lo económico: afectan la salud pública, la seguridad y la confianza en la marca.

Un llamado de atención para la industria global
El caso de 3M no solo es un llamado de atención para la industria global, sino un espejo incómodo que refleja una verdad cada vez más evidente: el cumplimiento ya no es una formalidad ni un trámite legal, es una herramienta clave de supervivencia y competitividad.
Cuando una empresa con el prestigio y la trayectoria de 3M enfrenta más de 18 mil millones de dólares en sanciones por fallas en seguridad, calidad e impacto ambiental, el mensaje es claro: ignorar los riesgos regulatorios no solo daña la reputación, puede desangrar financieramente a un gigante.
Hoy, el compliance ha dejado de ser percibido como un freno operativo. En cambio, se ha convertido en una plataforma que permite a las organizaciones moverse con mayor seguridad en entornos volátiles y mercados altamente fiscalizados. No se trata de cumplir por cumplir. Se trata de anticipar, prevenir y actuar con responsabilidad frente a los riesgos éticos, legales y reputacionales.
La presión ya no viene solo desde las entidades reguladoras. Inversionistas institucionales, consumidores informados, talentos jóvenes y comprometidos… todos exigen lo mismo: transparencia, coherencia y gobernanza efectiva. Las métricas ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) ya no son un adorno para los reportes anuales, sino un termómetro real del cumplimiento corporativo.
En este nuevo paradigma, la cultura organizacional juega un papel decisivo. Tener un manual de ética o un departamento de compliance no basta. Lo que realmente marca la diferencia es cuando la integridad forma parte del ADN de la empresa. Cuando los valores éticos guían las decisiones estratégicas, desde la sala del directorio hasta la línea de producción.
El cumplimiento, en definitiva, es hoy uno de los activos más valiosos que puede tener una compañía. Y su ausencia, uno de los pasivos más costosos.
Lecciones para Latinoamérica y el contexto chileno
En Chile, donde recientemente entró en vigencia la nueva Ley de Delitos Económicos (Ley 21.595), el caso 3M actúa como advertencia. Esta legislación amplía el catálogo de delitos imputables a personas jurídicas y endurece las exigencias para implementar Modelos de Prevención de Delitos (MPD) efectivos.
No basta con tener un modelo de compliance. Debe estar vivo, actualizado, con responsables definidos, evaluaciones de riesgo frecuentes y una cultura organizacional alineada.
Los 18.700 millones de dólares que pagó 3M no solo son una consecuencia del incumplimiento; son el reflejo de una oportunidad perdida. Una estrategia de cumplimiento sólida habría significado anticiparse, prevenir y evitar estos daños económicos, legales y reputacionales.
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Fuentes:
https://www.reuters.com/legal/3m-co-agrees-pay-6-billion-earplug-lawsuit-settlement-2023-08-29
